Nosferatu review

Cuando Thomas se traslada al castillo del conde Orlok en Transilvania para formalizar la venta de una propiedad en Alemania, su esposa Helen vuelve a sufrir una extraña afección de juventud que, a ojos de la puritana sociedad del siglo XIX, parece una posesión demoníaca. La situación se agravará una vez que el conde Orlok desembarque en tierras germanas a bordo de una nave infestada de ratas que traerá consigo una nueva epidemia de peste.

Título original: Nosferatu

Año: 2024

Duración: 132 min.

País: Estados Unidos

Director: Robert Eggers

Guion: Robert Eggers

Reparto: Lily-Rose Depp, Bill Skarsgard, Nicholas Hoult, Willem Dafoe, Ralph Ineson, Aaron Taylor-Johnson, Emma Corrin, Simon McBurney


El desenfreno gótico y siniestro de Robert Eggers.

El problema no es que hoy en día se nos atragante tanta secuela, precuela, reboot o spin-off. La ironía es que la alternativa a esos Mufasas, Sonics y Moanas de la cartelera sea el enésimo remake de Drácula, cuyo argumento apenas introduce novedades al esquema argumental de la novela victoriana de Bram Stoker.


Cuando Thomas se traslada al castillo del conde Orlok en Transilvania para formalizar la venta de una propiedad en Alemania, su esposa Helen vuelve a sufrir una extraña afección de juventud que, a ojos de la puritana sociedad del siglo XIX, parece una posesión demoníaca. La situación se agravará una vez que el conde Orlok desembarque en tierras germanas a bordo de una nave infestada de ratas que traerá consigo una nueva epidemia de peste.

Salvo que uno haya vivido en una cueva sin conexión a internet en las últimas décadas, o sea un recién llegado al género, es prácticamente imposible contemplar este nuevo Nosferatu ajeno a la imagen de Max Schreck o Klaus Kinski en la piel del siniestro Conde Orlok, o al sucedáneo televisivo de Salem’s Lot visto en la miniserie de Tobe Hooper y el reciente largometraje de Gary Dauberman. En 2023, Doug Jones, más conocido por ser el actor fetiche de Guillermo del Toro (fue la criatura de La Forma del Agua, también la que dio nombre a El Laberinto del Fauno y el Abe Sapien de las dos primeras entregas de Hellboy), protagonizó la pobre y prácticamente desconocida Nosferatu: A Symphony of Horror , de David Lee Fisher, cineasta empeñado en rehacer clásicos mudos con apenas un puñado de euros, tras hacer lo propio con El Gabinete del Dr. Caligari en 2005.

A la interminable lista de antecesores de esta nueva encarnación protagonizada por Bill Skarsgard hay que sumar estrellas de ayer y de hoy como Bela Lugosi, Christopher Lee o Gary Oldman. Sin olvidarnos de adoradas iteraciones televisivas como la que protagonizó Jack Palance en 1974 para Dan Curtis (creador de Dark Shadows) con guion, nada menos, que de Richard Matheson (autor de la novela Soy Leyenda) y, sobre todo, El Conde Drácula, producción de la BBC de 1977 con Louis Jourdan al frente del reparto, que sigue siendo considerada por muchos la versión más fiel al texto de Stoker.

Sí, a estas alturas, sobran adaptaciones de Drácula y faltan aproximaciones novedosas a la figura del chupasangre. ¿Alguien se acuerda de Jonathan: Los Vampiros Nunca Mueren? Una producción alemana de 1970 dirigida por Hans W. Geissendörfer y ambientada también en el siglo XIX. El aroma era familiar, pero los ingredientes completamente distintos. Si no la has descubierto todavía, mejor hacerlo sin saber nada más de su argumento.

Robert Eggers tampoco pone mucho de su parte para sorprendernos con este nuevo Nosferatu. Para la creación del guion, aparte de acreditar el clásico de Murnau, no autorizado allá por 1922, añade la obra de Bram Stoker. Y tirando de un simbolismo desenfrenado, el director de La Bruja amplía conceptos ya explorados con anterioridad para poner el acento en la metáfora del vampirismo como expresión no sólo de la dominación y del pecado, sino de la enfermedad.


Por experiencia propia, sufrir una enfermedad severa es lo más parecido a una posesión que consume lentamente tu vida, marchitando el cuerpo durante su devastador avance. Eso es lo que padece desde el mismísimo prólogo de la película Helen, una convincente Lily-Rose Depp con la que Eggers hace un doble guiño a la Isabelle Adjani del Nosferatu realizado por Werner Herzog en 1979, pero también a la desdoblada protagonista de La Posesión de Andrzej Zulawski, un clásico del terror menos convencional estrenado allá por 1981. Tirando de los hilos de su víctima no encontramos esta vez a un vampiro seductor. Orlok es aquí un zombi con mostacho. Un déspota semiputrefacto y un adicto dispuesto a todo para obtener su dosis. Ahí es donde el cineasta norteamericano se desmarca de adaptaciones más conocidas para imprimir su sello personal, donde tampoco falta alguna referencia culterana como la de la fotografía de Joel-Peter Witkin y sus bodegones de muerte, patente en ese impactante plano final.

El autor de El Faro ha puesto mucho cariño y empeño en deslumbrarnos con su exquisita ambientación e inteligente uso no sólo de los efectos visuales prácticos, también de los digitales. Pero es un espectáculo que dejará indiferentes a muchos aficionados que busquen algo más. Una sensación similar a la que producía el anterior trabajo de Eggers, El Hombre del Norte, aquel excéntrico cruce entre Hamlet y Conan. Quizá sería mejor que un director con tanto talento abandonase materiales ajenos para decantarse por algo más genuino y sorprendente, como fueron sus dos primeras y, de momento, mejores películas.

Firma: GMM.

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