¿Cómo definirías a Miguel, tu personaje en Cuerpo Abierto?
Lo primero, es un maestro de principios del siglo XX que tiene esta misión personal de “evangelizar” con la razón este lugar en la frontera con todo. Viene con la tarea de iluminar la sombra y se va a encontrar con sus propias sombras, un tipo que cree en la razón de forma muy férrea, quizás rígida. Por eso le surge el conflicto de todo lo que tiene que ver con lo irracional, con lo emocional que no tiene tan controlado.
¿Habías leído Rayanos, la obra de Xosé Luis Méndez Ferrín en que se basa la película?
Me llegó hace varios años la primera versión de guion porque la directora Ángeles Huerta me confesó que lo escribió pensando en mí y que no tenía opción B, algo que como actor me pareció un lujazo. El guion me llevó al libro de Rayanos y al relato de Lobosandaus. Del relato le comenté a Ángeles que me gustaba mucho el elemento epistolar y me dijo que en principio no habría voz en off, porque en su anterior documental había voz en off, pero en los ensayos y en la trama parecían surgir cosas que necesitaban esas voces. Como no se cierra en banda a las sugerencias al final decidió que era interesante y mantuvo la primera carta para el principio de Cuerpo abierto.
¿Cambió mucho el proyecto desde la primera versión hasta que llegó el rodaje?
Más bien evolucionó, fui leyendo las versiones que se iban escribiendo. A veces volvíamos a la historia original porque arrojaba luz sobre huecos que iban surgiendo. Había mucha bibliografía, Ángeles me soltó mucho texto, estudios sobre carácter de psicología… Había un libro de cabecera, creo que era de Xosé Castro que trataba sobre la vida en esos años. Funcionó mucho leer, visitar la zona, ir al sitio donde ocurre el relato porque a día de hoy es un lugar como que no tiene tiempo, que es de otra época.
Y luego ensayar, probar textos. A veces ensayábamos con textos que luego no se decían. Pasó mucho al trabajar en el sitio y con el equipo. A veces a la hora de hacerla surgía lo inesperado.
En Cuerpo Abierto hay distintos triángulos amorosos que van cambiando de vértice. ¿Cómo trabajaste esto?
Todo tenía mucho sentido en el guion, me parecía que yo llegaba al pueblo y había una serie de cosas fantásticas que son más interesantes que mi propia historia. Ángeles me repetía que la visión era de Miguel, de mi personaje, pero lo que yo veía era la historia de un tipo interesante y un triángulo que captaba su atención. Lo que intentamos desde el principio era cómo vincularlo todo, ese viaje que era una especie de ciclo que podría haber ocurrido miles de veces ahora que se habla tanto de los multiversos. Me parecía muy importante que Miguel estuviera desde el principio en contacto con el deseo de amor entre dos personajes y que es algo que le atrae mucho.
En la película hay un momento en que tu personaje transita como en una especie de Via Crucis emocional/sobrenatural.
Yo era muy coñazo con Ángeles, pero tenía que saber, aunque fuese un secreto entre nosotros, la idea lineal de lo que ocurre en Cuerpo Abierto aunque se dejen pistas. Como espectador me gusta que todas las piezas estén, aunque no veas la imagen entera hasta el final. Y una vez lo tuve claro, empezar a ver por qué ocurre así, qué le pasa a él a nivel psicológico o sobrenatural… Me gusta pensar que un personaje se puede abordar desde dos sitios distintos, que todo el proceso racional de Miguel debería tener una base ¿No? Y por eso leí mucho sobre trastornos de personalidad, porque los impulsos o actos irracionales de las personas normalmente tienen un origen. Yo trabajé mucho lo que me parecía más irracional de este personaje, qué le puede llevar a tener un comportamiento psicopático cuando es totalmente racional. Y estudiando te enteras de que mucha gente es así, gente tan inteligente que su propia cabeza le juega esos trucos.
Entonces en los ensayos empecé a probar los extremos en el comportamiento, en el rodaje dejarse llevar mucho por esos impulsos y luego añadir las directrices de Ángeles. Es como estar en un terreno “frágil” que en cualquier momento se podía quebrar.
El rodaje fue en la zona de Muiños, ¿No?
Rodamos justo en la zona donde se desarrolla el relato, que es en La Raya, ese lugar donde se habla gallego, portugués y castellano saltando de uno a otro con total facilidad, y cerca de un lugar que me fascina como es el Couto misto, una zona que tenía sus propias leyes y no tuvieron rey durante muchos siglos. Esa zona tiene las mejores puestas de sol que he visto en toda mi vida.
Viví allí dos meses con una familia portuguesa en una casa que era como un pazo, recuerdo que me despertaba por las mañanas y había un silencio absoluto, mucho espacio para que hubiera pesadillas. Hacía mucho frio, pero nos arropamos mucho. No éramos guerrilla, porque había estructura de rodaje, pero sí que había una sensación como de estar colándonos en la selva a rodar, o robar un momento del carnaval ancestral.
Tu personaje interactúa mucho con los interpretados por Victoria Guerra y María Vázquez.
Para mí fue una alegría que entrase María porque habíamos trabajando antes y nos entendemos muy bien, eso fue un apoyo enorme en los ensayos. A Victoria Guerra la había visto por zoom antes del rodaje, pero fue allí donde nos conocimos en persona y la verdad es que congenié muy bien con ella porque era como magnética. El personaje de Victoria, Dorinda, no cojeaba en el guion original, pero ella llegó con un esguince y no podía caminar y como no había mucho tiempo empezamos así el rodaje y la cojera pasó al personaje.
Y luego el niño Izan González como Martin, que es un genio. Nicolás Otero que es un actor súper peculiar y siendo su primer trabajo entró a saco en todo; Federico Pérez Rey al que conozco desde Mar Adentro porque fue el que enseño a Javier Bardem a hablar gallego, es un actor que en Galicia es súper conocido por su vis cómica pero ahora está haciendo trabajos de otro tipo, y luego ya ilustres como Miquel Insua o Elena Seijo… Hicimos mucha piña, de hecho en esa casa donde viví a veces estábamos desayunando todos y hablábamos mucho de la película, nos reíamos mucho. Cuerpo Abierto es de estos rodajes que quieres tener: estás dos meses fuera de Madrid y luego cuando vuelves es una sensación rarísima.
Es tu primera película de terror, y de cine gótico. ¿Te gustaría volver a repetir?
Me encanta, me parece además que la esperanza del cine está en que haya un público tan fiel como el del género de terror. Yo con esta película me he encontrado con gente que tiene una gran pasión para hablar del terror, algo que se ha perdido en el cine en general. Me encanta ese estudio, esa minuciosidad, esa corriente de amantes del género que te descubre otras películas al hablar de la tuya. Eso me parece fascinante.
Reconozco haber olvidado esa sensación de cuando yo empezaba a ver cine, una cosa más apasionada.
¿Película de terror favorita?
Soy mucho de terror clásico, tipo La semilla del diablo, me gusta Jordan Peele pero las películas que más recuerdas son La semilla del diablo, Al final de la escalera que son películas que vuelvo a ver una y otra vez. No me gustan mucho las de sustos y soy más de un terror calmado.
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