Gwen review

Gwen vive aislada en la montaña, junto a su madre y hermana pequeña, en Gales. Todo parece irles en contra, y la gente del pueblo no es precisamente agradable con ellas, pero Gwen aún tiene la esperanza de que todo se arreglará cuando su padre vuelva de la guerra.

Título original: Gwen

Año: 2018

Duración: 84 min.

País: Reino Unido

Director: William McGregor

Guion: William McGregor

Música: James Edward Barker

Fotografía: Adam Etherington

Reparto: Eleanor Worthington-Cox, Maxine Peake, Mark Lewis Jones


Drama histórico disfrazado de género.

Ya han sido varios autores los que, al preguntarles por qué se encuentran tan cómodos en el género fantástico, responden que les permite desarrollar una serie de historias y personajes que serían imposibles de producir en cualquier otro género. Ahí tenemos The Witch de Robert Eggers, una película de terror que, al mismo tiempo, sirve para hablar sobre fanatismo o familia.


Gwen vive aislada en la montaña, junto a su madre y hermana pequeña, en Gales. Todo parece irles en contra, y la gente del pueblo no es precisamente agradable con ellas, pero Gwen aún tiene la esperanza de que todo se arreglará cuando su padre vuelva de la guerra.

Para su ópera prima, tras varios cortos y capítulos televisivos, William McGregor centra la mirada en una época que marcó un antes y un después en la historia de la humanidad: la revolución industrial del siglo XIX. Puede que ahora nos parezca lejano y, gracias al género Steampunk, hasta resulte parcialmente romántico pero, tal como nos cuenta Gwen, también fue el revulsivo impuesto a la fuerza para la gente de campo que tuvo que adaptarse o morir. Tanto la investigación de McGregor para el guion de Gwen, como su trabajo con la cámara y la ambientación, es de primera, pero el director/guionista se olvida de algo importante: para que una historia enganche deben ocurrir cosas interesantes, que el espectador prefiera mirar la pantalla que la pared y, sobre todo, ser capaz de mantener el misterio más allá del minuto veinte, sin tener que recurrir a secuencias oníricas como puntos y aparte en una trama tan minúscula que podría resumirse en una frase.

Hay mucho mimo en Gwen, el trabajo de Adam Etherington como director de fotografía es más que encomiable ya que el paisaje de Gales ayuda a generar un escenario donde lo real y lo mágico podrían confundirse en caso que esta fuera la intención de William McGregor. Lo mismo puede aplicarse al casting, comandado por el bello rostro de Eleanor Worthington-Cox, secundada por Maxine Peake como su madre en la ficción; ambas tienen presencia y hay atisbos de química entre ellas, pero la dirección actoral de McGregor exige hermetismo a las mujeres y a los actores masculinos miradas torvas acompañadas de ceños fruncidos, el solvente Mark Lewis Jones es el más perjudicado de esta decisión.


Tal vez el problema de Gwen es que William McGregor ha cargado mucho, demasiado, las tintas del drama – tanta acumulación de desgracias parecen sacadas de las folletines literarios de finales del siglo XIX - y busque la inclusión en el género fantástico/terrorífico gracias a unas secuencias oníricas que intentan funcionar como un truco de magia: hacer que el espectador mire en un sentido para que no pille la trampa de la historia.

Firma: Javier S. Donate.