Título original: Fuel
Año: 2019
Duración: 72 min.
País: España
Director: Israel González
Guion: Juan de Dios Garduño
Reparto: David M. Santana, Isabelle Junot, Fernando Cermeño
Propuesta interesante con resultado irregular.
Hay que apoyar el cine de género, y más si está rodada en España y levantada sin ayuda; debemos reivindicar cualquier propuesta que busque su lugar, que apueste por la imaginación ante la escasez de medios.
Pero es que luego uno se encuentra con Fuel…
Raúl Samper, un prestigioso influencer, despierte encadenado a un coche en medio del desierto de Mojave. Sin comida ni agua, debe luchar por su vida al tiempo que se enfrenta a sus demonios internos y a una misteriosa mujer que tiene oscuros planes para él.
En su segunda película, el director Israel González salta con Fuel a un universo que se mueve entre lo onírico y el survival. Es arriesgado rodar una película de bajo presupuesto con tan pocos medios como un coche, una localización, pocos personajes y un perro que me robó el corazón. La cámara de González es briosa, para qué negarlo, pero se encuentra con un escollo importante: la historia gira sobre si misma con la sensación de no saber hacia dónde va. Es una sensación que salta al patio de butacas y se contagia al espectador pasados los primeros minutos.
El guion del novelista Juan de Dios Garduño, también cortometrajista, busca transmitir la exasperación del sufrido protagonista al espectador y vive Dios que lo logra; hay algo que no entiendo: si se ha rodado en un lugar tan inhóspito como Almería, por qué hacernos creer que estamos en una zona fronteriza de Estados Unidos. Entiendo que al basarse en una idea de Israel González este buscaba ambientar la historia en un lugar que, en su imaginario, estaba repleto de encanto; pero el terror es universal, hay desiertos en todas partes del mundo y considero innecesario disfrazar la historia con localismos que suenan a impostados, como ese bar de carretera que abre la película.
Oigan, pero no todo es tan terrible en Fuel, la fotografía es buena, la música funciona aunque a veces incide demasiado en lo “cool” y levanta vuelo – chiste malo pero obligatorio – el trabajo del dron que rueda los planos aéreos, posiblemente un tercio de la película, ya que tienen fuerza y belleza aunque parecen rodados para un documental más que para una película.
Las interpretaciones de David M. Santana e Isabelle Junot son irregulares, funcionan mejor como presencia que declamando unos diálogos que suenan forzados, teatrales.
El esfuerzo de Gonzalez es elogiable, buscar un lugar con un producto sencillo y barato, pero a la historia y al guion de Garduño le falta gasolina – vaya, hoy estoy inspirado – al mostrarse incapaz de hacer avanzar la historia y que los giros de guion resulten sorprendentes.
Firma: Javier S. Donate.
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