La alargada sombra del terror


Para empezar, hay que hacerlo de alguna manera, podríamos definir el Cine de Terror como un género cinematográfico caracterizado por la voluntad de provocar en el espectador todo tipo de sensaciones para nada gratificantes. Este enunciado algo simple sirve para ahorrarnos unas cuantas líneas y, lo que es más importante, evitar alargarnos excesivamente en un punto no demasiado importante de lo que queremos exponer en este artículo.

La definición antes comentada podría incluir también otros géneros tales como el thriller, el film-noir, el misterio, el crimen o incluso el drama. La débil frontera que separa esas temáticas hace que incluir o no una película en el denominado Cine de Terror se antoje una labor algo difícil destinada a provocar largas discusiones entre los aficionados e incluso los profesionales.

En muchas ocasiones se mezclan las categorías. Nos encontramos a menudo con films calificados como Terror-Crimen-Drama, Comedia-Terror, Thriller-Acción-Terror, etc. La pregunta del millón sería: ¿Quién califica una cinta para poder colocarle la etiqueta de Terror? La responsabilidad tendría que recaer en los sesudos críticos, cosa que tampoco es ninguna garantía, como tampoco lo es que las productoras se atrevan a asignarle ese rol. En este caso es en sentido inverso, es decir, intentan tapar la característica terrorífica para no ahuyentar a un tipo de público poco dado a los sustos. Eso nos lleva a la poca fiabilidad de ese último juez: el sufrido espectador. Como la solución se nos antoja algo complicada, aceptaremos la imposición de ese calificativo por el único magistrado contra el que nadie puede discutir: el tiempo.

Por el camino, nos encontramos con proyectos creados explícitamente para ser incluidos en el Cine de Terror. Sin ningún género de dudas. Su génesis no se concibe sin los aditivos que toda cinta de ese tipo debe incluir. En este saco podemos meter, a modo de ejemplo, Pesadilla en Elm Street (A Nightmare on Elm Street. Wes Craven, 1984), La Noche de Halloween (Halloween. John Carpenter, 1978), La Noche de los Muertos Vivientes (Night of the Living Dead. George A. Romero, 1968) y, para acabar una de casa y muy reciente, Verónica (Paco Plaza. 2017).

Pero, ¿qué pasa con aquellos films que en su concepción introducían otros elementos y que finalmente acabaron con la calificación de Terror? Psicosis (Psycho. Alfred Hitchcock, 1960) es uno de ellos con la etiqueta de thriller, pero hay más: Alien, el Octavo Pasajero (Alien. Ridley Scott, 1979), ciencia ficción; El Sexto Sentido (The Sixth Sense. M. Night Shyamalan, 1999), drama; e It Follows (David Robert Mitchell, 2014), misterio. Todos ellos han pasado al Hall of Fame del Cine de Terror, además con muy alta calificación. Salvo el último ejemplo, nos encontramos con directores consagrados que no dudaron en traspasar esa especie de barrera artificial que existe y que separa el cine convencional y el de Terror para menoscabo de este último. Como veréis, los títulos que iremos detallando son parte ya de la historia del cine convirtiéndose, algunos de ellos, en verdaderas obras maestras superando en mucho a otro tipo de producciones que pusieron pies en polvorosa para no tocar ese género, para algunos, maldito.

Los nombres de esos cineastas que osaron, dicho esto con algo de sorna, traspasar esa barrera tanto mental como material, seguro que os suenan. Vamos a realizar un pequeño viaje a través del tiempo sin ningún orden preconcebido.


Empezamos con Clint Eastwood, el último de los grandes. Nos tenemos que remontar un poco en el tiempo puesto que estamos hablando de su primera película como director. Se trata de Escalofrío en la Noche (Play Misty for Me, 1971). Como casi siempre hasta Gran Torino (2008), se reserva el papel protagonista. El resto del reparto en los papeles principales estaba formado por las televisivas Jessica Walter y Donna Mills. La primera fue candidata a los Premios Globo de Oro de 1972 como mejor actriz por este film. Comentar que tiene un breve papel Don Siegel, director de dos de los títulos que marcaron la carrera del director de San Francisco, esta vez como actor: Harry el Sucio (Dirty Harry. Don Siegel, 1971) y La Fuga de Alcatraz (Escape from Alcatraz. Don Siegel, 1979). Lamentablemente en el resto de la carrera de Eastwood no volvemos a encontrar ningún título perteneciente a lo terrorífico y no será porqué la cosa le fuera mal, Escalofrío en la Noche recaudó más de diez millones de dólares, siendo el coste estimado de producción de poco más de setecientos mil dólares. Puede que al ejecutar la idea de abandonar toda señal de ese género que tanto nos gusta hiciera honor al nombre de su productora: The Malpaso Company.


A continuación nos encontramos con la primera de las obras maestras. ¿Qué importa que se catalogara como Terror? Fue uno de los más grandes legados de una leyenda llamada Stanley Kubrick. Nos estamos refiriendo a El Resplandor (The Shining, 1980). En esta ocasión estamos ante uno de los últimos films del director neoyorquino. Posteriormente tan solo encontramos dos obras: La Chaqueta Metálica (Full Metal Jacket, 1987) y Eyes Wide Shut (1999). El poco prolífico Kubrick parece que tuvo que recorrer un largo camino hasta llegar a explicarnos una historia aterradora por su planteamiento y ejecución, convirtiéndose casi sin quererlo en uno de los referentes del cine del Siglo XX y un legado para las siguientes generaciones de cineastas que la nombran como una de las obras que les marcaron o, simplemente, como mejor película de terror de todos los tiempos. Hacer mención del protagonista principal: Jack Nicholson, que se encontraba en el zenit de su extensa carrera y que en este film nos muestra, magistralmente, el camino hacia la locura.


Seguimos con Ingmar Bergman, todo un referente del cine de autor europeo, aunque en mi opinión traspasó esa barrera para convertirse en uno de los directores que dejaron su impronta de manera universal. Cuesta imaginarse a un autor capaz de rodar obras del calibre de El Séptimo Sello (Det sjunde inseglet, 1957), Fresas Salvajes (Smultronstället, 1957) y Fanny y Alexander (Fanny och Alexander, 1982), llevando a la gran pantalla un título de terror. Se puso manos a la obra con La Hora del Lobo (Vargtimmen, 1968). Esa es la hora en la que mueren los niños y nacen los hombres, es la hora de las pesadillas con el aullido del lobo que merodea por las aldeas buscando alguna presa humana, es la hora, en fin, del miedo. No se preocupó tanto por mostrarnos el susto fácil, buscó más esa ambientación lúgubre y siniestra en un mundo onírico que hace que se nos encoja el corazón, siendo heredera de las grandes cintas de terror clásico como Vampyr (Carl Theodor Dreyer, 1932). No podemos calificar La Hora del Lobo como un punto y aparte en la carrera del director sueco, sino un escalón más en su dilatada, prolífica y magistral carrera. Hablar de su cine impide una clara clasificación de las películas que lo componen, pero he querido destacar esta por formar parte de su particular universo.


Si hay un asesino en serie famoso este es Hannibal Lecter. Jonathan Demme le dio vida en la película El Silencio de los Corderos (The Silence of the Lambs, 1991) adaptando la novela homónima de Thomas Harris, estando el guión a cargo de Ted Tally. Podemos afirmar que los films de Terror no fueron la especialidad del Sr. Demme, de hecho la cinta antes mencionada es su única incursión. El resto de su filmografía se mueve mayoritariamente entre el documental, la comedia, la acción y el drama. Podemos afirmar que hizo una buena elección al decidirse a rodarla, ya que se convirtió en el tercer título que acaparó los cinco premios principales en la historia de los Oscar. Entre ellos, claro está, al de mejor actor principal que recayó en Anthony Hopkins que hizo una recreación de Hannibal el Caníbal que ha pasado a la posteridad por ser una de las más impactantes interpretaciones de asesinos en serie que se recuerdan. A modo anecdótico mencionar que su aparición en pantalla es de apenas dieciséis minutos. Nunca se había sacado tanto provecho disponiendo de tan poco tiempo. Este éxito quizá jugó algo en contra del actor galés a posteriori, ya que en cada nueva interpretación suya veíamos al siniestro personaje que interpretó en el film de Demme. Sería un pecado no nombrar a la protagonista femenina, Jodie Foster, en una magnífica puesta en escena de una novata agente del FBI. Del resto de la carrera del director nacido en Nueva York destacar Philadelphia (1993), como veis, un producto muy alejado del género de Terror.


Nos desplazamos a Japón pero no con pereza, es un país que nos encanta en todos los sentidos pero sobretodo en sus contundentes incursiones en el género de Terror. Y qué mejor que para dar sentido a esto último que hablar del prolífico Takashi Miike. Sería muy complicado y nos ocuparía mucho espacio disertar sobre unas obras que se mueven, sobretodo en el inicio de su filmografía, a caballo de lo terrorífico, por eso nos vamos a centrar en una que creo contará con el beneplácito de los lectores en cuanto a su inclusión en nuestro género favorito: Audition (1999). Como es habitual Miike deserta del guion. En esta ocasión está a cargo de Raisuke Tengan y está basado en la novela con el mismo título cuya autoría recae en Ryû Murakami. Destacar que su estreno en Estados Unidos causó un gran revuelo, siendo retirada y censurada en todas las salas, con lo que ya vamos viendo lo angustiosa y revulsiva que resulta, cosa que a los amantes del Terror nos llena de alegría. Su inicio se nos antoja algo costumbrista y la historia bastante sencilla aunque original. Un cuarentón se inventa una audición para una falsa película con el fin de encontrar esposa. La cosa se le tuerce bastante cuando empieza una relación con Asami. A partir de allí una espiral de violencia inunda la pantalla, llegando a ser desagradable, oscura y tremendamente impactante. Con posterioridad a este título, el director japonés se empecinó en sorprendernos en cada film. Como muestra Ichi the Killer (2001), Visitor Q (2001), Cementerio Yakuza (Graveyard of Honor, 2002) y Gozu (2003). El extenso trabajo tras las cámaras de Miike nos ha dado un poco de todo, pero destacar que se ha convertido en todo un referente para entender el cine de Japón.


Sin movernos de Asia nos vamos a centrar en el director de origen surcoreano Park Chan-wook a través de una cinta que está en la frontera de lo que comentamos al principio de mezcla de géneros, aunque para nosotros siempre será una obra maestra del Terror. Nos estamos refiriendo a Old Boy (2003). Forma parte de la trilogía de la venganza cuyos otros títulos con Sympathy for Mr. Vengeance (2002) y Sympathy for Lady Vengeance (2005). ¿Cuál es la diferencia de las otras dos si el tema principal y común es la vendetta?, muy sencillo, el papel protagonista recae en Choi Min-sik y eso la hace subir hasta las alturas. No forma parte de este artículo pero no podemos dejar de nombrar una de las obras cumbre de la carrera del afamado actor: Encontré al Diablo (I Saw the Devil. Kim Jee-won, 2010). Volvamos al director surcoreano, su influencia en la elaboración del guión se nota en un tono más poético pero que no deja de mostrar los límites de la venganza, dicho sea de paso, llevada hasta el extremo. Entre los premios más importantes que recibió destacar el Gran Premio del Jurado del Festival de Cannes y galardón a la mejor película en el Festival de Sitges. La carrera posterior de Park Chan-wook, con excepción de Thirst (2009), se ha movido más entre el drama y el misterio con una incursión en el cine estadounidense con el film Stoker (2013). Sin duda alguna estamos ante uno de los directores referencia del cine coreano.


¿Cómo no?, el cine nacional hace su aparición con un director muy alejado de ese cine tenebroso que tanto nos gusta pero que hizo una aparición, no muy afortunada por cierto, para romper con una cierta monotonía que se había instalado en su carrera. El director en cuestión es Pedro Almodóvar y la película La Piel que Habito (2011). Es un terror made in Spain, muy de estar por casa, cañí por así decirlo y con unos personajes que harán las delicias de los seguidores de su cine pero que incrustados en un film de Terror chirrían un poco. Alargada es la sombra del director manchego puesto que por esta obra consiguió cuatro premios Goya y el BAFTA británico a la mejor película extranjera. Alicientes en principio no le faltan. En el elenco Antonio Banderas, Elena Anaya (ganadora de uno de los mencionados Goya), Marisa Paredes y Jan Cornet (Goya al mejor actor revelación). Como no podría ser de otra forma, Almodóvar recurre a una historia de venganza así como de un mad doctor que puesto en la piel, nunca mejor dicho, del galán Banderas se acerca más a lo que podríamos denominar como sweet doctor. Los dos films posteriores al mencionado son Los Amantes Pasajeros (2013) y Julieta (2016), como veis muy lejos del Terror y mucho más cercanos a la excelente filmografía de un director que cambió para siempre los encorsetados esquemas del cine patrio.


Hablar de un director que tiene a sus espaldas películas como la saga El Padrino (The Godfather, 1972, 1974 y 1990) y Apocalypse Now (1979) tiene sus riesgos. Empezaríamos y no acabaríamos de ensalzar obras de ese calibre. Pero lo nuestro es el Terror y si hay una obra en la que Francis Ford Coppola puso toda la carne en el asador es Drácula de Bram Stoker (Dracula, 1992). De entrada da miedo leer a los componentes del reparto. Empezamos con el camaleónico Gary Oldman, seguimos con Winona Ryder y Anthony Hopkins; y acabamos con Keanu Reeves. Otra de las particularidades es el presupuesto para su rodaje: 40 millones de dólares, cantidad inusitada para una película que se inmiscuía de pleno en lo macabro. El éxito obtenido en taquilla permitió que la productora de Coppola, American Zoetrope, levantara de nuevo la cabeza después de algunos fracasos comerciales. Como es evidente está basada en la novela homónima de Bram Stoker. El título en castellano no deja lugar a dudas lo que nos lleva a, como mínimo, sorprendernos, por no acabar insultando a quién tuvo esa “original” idea. Como curiosidad mencionar que el papel que le toca interpretar a Hopkins es el de Abraham van Helsing, doctor especializado en vampiros y otras criaturas extrañas y que ha aparecido en varias ocasiones en el mundo del cine, estando interpretado en ellas por Peter Cushing, Laurence Olivier y Mel Brooks. En fin una joya más que añadir a la numerosa lista de trofeos del director con raíces italianas.


Tiburón (Jaws, 1975) fue el primero de los bombazos del director norteamericano Steven Spielberg. Aparte de pertenecer a nuestro género favorito, provoca terror solo ver a un bicho de esas dimensiones y con tanta mala leche que acabó convirtiéndose en todo un tótem en la historia del cine. El cine comercial empezó a tener íconos, entre ellos esta cinta, que consiguió el récord de taquilla hasta la llegada de La Guerra de las Galaxias (Star Wars. George Lucas, 1977), sin duda una gran competidora. Recordad que estamos en 1975 y los efectos digitales brillaban por su ausencia con lo que hay que alabar las efectistas escenas de acción, aunque hay quien opina que son un poco escasas. Spielberg, al ver las dificultades del rodaje, optó más por sugerir que por mostrar, echando mano de ese recurso que un maestro como Alfred Hitchcock utilizó en numerosas ocasiones. Más dado a recrear historias que se encuadrarían en la ciencia ficción y la aventura, Spielberg se adentró ocasionalmente en el Terror, un género que, sin duda, se encuentra entre sus preferidos pero que en una industria súper decantada por la rentabilidad y los beneficios, encajaban más sus planteamientos dirigidos al gran público.


Quentin Tarantino se hace cargo de Death Proof (2007) bajo la producción de Robert Rodríguez. Los papeles se cambian en Planet Terror (2007) estrenándose conjuntamente bajo el título colectivo de Grindhouse emulando las sesiones dobles de pelis exploitation. Quentin anda siempre sobre el filo de la navaja en cuanto a géneros, pero sin duda Death Proof abarca todo lo que un film de Terror debe contener. Nos relata las fechorías de un psicópata especialista que asalta a chicas jóvenes antes de asesinarlas en su súper tuneado vehículo. Lo curioso del caso es que el papel protagonista recae en Kurt Rusell, un héroe en toda regla que en esta ocasión se pasa al lado oscuro. Parece que la edad le ha dado ese punto siniestro que lo hace aún más atractivo. Es evidente el homenaje al cine de serie B, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva, llegando a ser un auténtico fracaso en taquilla. Los genios también sufren del mal de alturas y este intento por poner en primera línea ese tipo de cine no acabó de convencer a sus numerosos seguidores que, no obstante, pudieron seguir disfrutando de su inacabable imaginación con títulos como Malditos Bastardos (Inglourious Basterds, 2009), Django Desencadenado (Django Unchained, 2012) y Los Odiosos Ocho (The Hateful Eight, 2015).


De entre los directores con prestigio y una carrera densa y repleta de grandes títulos tenemos a David Lynch. Tiene la particularidad que la mayoría de sus obras no las entiende ni él, transcribiendo sus mismas palabras, que conste. Esto puede ser un hándicap o no. Si de entrada el mismísimo director ya te avisa de lo poco claro que es lo que vas a ver, pues te relajas y disfrutas la película de otra manera. Vas viendo una sucesión de imágenes que intentan explicar una historia, aunque estas no se muestren en el formato al que estamos acostumbrados. Llegados a este punto Lynch tira por la tangente y como decía aquel castizo, que salga el sol por Antequera. No obstante tiene obras que siguen, por así decirlo, una estructura clásica. Entre ellas, una de Terror que fue rodada después del éxito apoteósico de la serie en la que está basada. Me estoy refiriendo a Twin Peaks: Fuego Camina Conmigo (Twin Peaks: Fire Walk with Me, 1992). En ella acaba de explicar de manera sencilla y convincente los acontecimientos sucedidos exactamente antes del inicio de la serie. La banda sonora es de antología, estando a su cargo Angelo Badalamenti, colaborador habitual del director nacido en Missoula. Seguro que ya la estáis tarareando en este momento. Destacar que después de esta cinta vendrían dos de los grandes títulos en su filmografía: Carretera Perdida (Lost Highway, 1997) y Mulholland Drive (2001).


¿Qué hace Don Federico Fellini entre estas líneas? Aunque no os lo creáis se atrevió con el Terror aunque fuera en uno de los episodios de la película Historias Extraordinarias (Histoires Extraordinaires, 1968), la cual recreaba tres historias salidas de la pluma de Edgar Allan Poe. Sus otros compinches fueron Louis Malle y Roger Vadim. A Fellini le tocó rodar el segmento Toby Dammit que está basada en el relato corto de Poe: Nunca Apuestes tu Cabeza al Diablo (Never Bet the Devil your Head, 1841). De los tres cuentos que componen el film, casi todo el mundo está de acuerdo que el del director italiano es una obra maestra. Todo el cine colorista y dantesco al que nos tiene acostumbrados aparece en pantalla en una adaptación libre que nos explica la llegada de un astro del cine anglosajón a Roma, interpretado magistralmente por el actor británico Terence Stamp, para protagonizar un spaghetti-western, pero antes será retado por el mismísimo diablo. Esta sublimación del mundo cinematográfico tiene como causantes la perversa y alucinada mente del poeta nacido en Boston y el novedoso y muchas veces a contracorriente cine de uno de los grandes directores de ámbito mundial: Federico Fellini.


Meter en este saco a Luis Buñuel parece un poco suicida, pero El Ángel Exterminador (1962) no deja de ser una película de casas encantadas, aunque esconde detrás y bajo el tamiz surrealista típico del director de Calanda, todo un mensaje del derrumbamiento de una clase decadente y sumergida en su mundo, aunque cuando se le preguntó sobre ello lo negó rotundamente. Es de aquellas películas en la que no entiendes nada pero te quedas embelesado mirando las burdas imágenes, y es que la calidad técnica no es uno de sus puntos fuertes. Lo que cuenta tiene su miga: Un grupo de ricachones se reúnen a cenar después de haber asistido a la ópera. Una vez en el salón para degustar los correspondientes licores, nadie puede salir, a pesar de no haber ninguna barrera que les impida. De films con gente encerrada que no pueden salir de un entorno reducido hay unas cuantas. Por ejemplo The Cube (Jim Henson, 1969), El Experimento (The Experiment. Oliver Hirschbiegel, 2001) y Moon (Duncan Jones, 2009). Sea o no de Terror nos encontramos ante una de las grandes cintas de Luis Buñuel formando parte de la historia del Cine y del Arte en general.


Tiene el honor de finalizar este periplo Peter Jackson que dirigió, antes de dedicarse en cuerpo y alma a la obra de J.R.R. Tolkien, alguna que otra película de Terror. Vamos a centrarnos, de todas maneras, en una que marcó época y que vista en la actualidad no ha perdido nada de frescura. Se trata de Braindead: Tu madre se ha comido a mi perro (Braindead, 1992). Una auténtica locura en imágenes con todos los litros y kilos de sangre y vísceras que os podáis imaginar. Solo decir que en la escena de la cortadora de césped se utilizaron más de trescientos litros de sangre falsa. Por otro lado comentar que Jackson no inventó el gore pero lo elevó a las alturas. Está considerada como una de las películas más sangrientas de la historia. Destacar entre el elenco a la española Diana Peñalver a la cual ofreció el papel tras verla en El Año de las Luces (Fernando Trueba, 1986). En fin una auténtica gozada para los amantes del gore y para los que no lo son ya que, aparte de lo sangriento, esconde una ácida crítica en modo de comedia sobre la clase media neozelandesa de los años cincuenta.

He llegado al final y he dejado de citar unos cuantos directores que plasmaron el Terror en todo su esplendor. Es una elección en la que he tratado de reflejar la creme de la creme de los realizadores que alguna vez se introdujeron en este género que tanto amamos. Esperamos que en el futuro, la nueva hornada de excelentes directores que pueblan el universo cinematográfico, se atrevan a introducirse, sin ninguna cortapisa, en el Terror.

Firma: Josep M. Luzán.
@Josep_Luzan