Título original: Dracula
Año: 1979
Duración: 109 min.
País: Estados Unidos
Director: John Badham
Guion: W.D. Richter (Basado en la adaptación teatral de Hamilton Deane y John L. Balderston)
Música: John Williams
Fotografía: Gilbert Taylor
Reparto: Frank Langella, Laurence Olivier, Donald Pleasance, Kate Nelligan, Trevor Eve, Jan Francis, Janine Duvitski
El Drácula más elegante y gótico del siglo XX.
Aunque la productora Universal consiguió un gran éxito en 1931 con Drácula dirigida por Tod Browning y protagonizada por Bela Lugosi, no fue hasta 1979 que produjo otra versión del vampiro más famoso de todos los tiempos.
Tras un naufragio en las costas inglesas, el único superviviente es el Conde Drácula, quien había comprado una ruinosa mansión en el lugar. Todo el mundo ignora que Drácula es un vampiro con 500 años de vida a sus espaldas, y los habitantes del lugar descubrirán demasiado tarde lo peligroso que es.
John Badham no adapta realmente la novela del irlandés Bram Stoker sino la adaptación teatral que hizo otro irlandés, Hamilton Deane con posterior revisión de John L. Balderston. El reestreno que tuvo la obra en los años setenta, con un jovencísimo Frank Langella como Drácula, despertó el interés de los productores de la Universal ya que podrían capitalizar el interés generado por las películas de la Hammer, pero llegando a un público distinto; al contrario que el conde sádico e hipersexualizado interpretado por Christopher Lee, el vampiro de Langella buscaba el amor inmortal por encima de la sed de sangre, era seductor más que erótico, más romántico que sanguinario.
El Drácula dirigido por John Badham es el más elegante de todas las versiones, ya que la fotografía de Gilbert Taylor tiene como referente las pinturas románticas inglesas, el trabajo de Taylor - quien venía de encargarse de un clásico como La Profecía de Richard Donner – nos lleva a lugares brumosos y melancólicos muy alejados de otras propuestas parecidas; a destacar el trabajo de fotografía en interiores, especialmente el manicomio del Doctor Seward y la decadente mansión de Drácula. Pero si hablamos de elegancia también referirnos a la composición de John Williams, cuyo tema principal está repleto de potencia. El trabajo de Williams se conjuga con el de Albert Whitlock, el mago de los FX que aquí regala algunas secuencias y transparencias míticas, para que este Drácula se agarre a la retina del espectador desde el naufragio que abre la película.
Aunque todo funciona a la perfección, a la película se le podría achacar cierto estatismo heredado por la adaptación que hizo W.D. Richter de la obra teatral: el tempo de presentación de personajes es correcto, así como el crecimiento de la amenaza, pero a continuación se vuelve demasiado perezoso al tratarse de “gente que habla con gente” y le cuesta llegar hasta un clímax muy satisfactorio pero que se hubiera visto beneficiado con un ritmo más dinámico en el segundo tercio.
En el casting tenemos a Frank Langella como cabeza de cartel, con un Drácula seductor e hipnótico pero al mismo tiempo depredador, aunque el trabajo del actor es destacable palidece frente al de su némesis Laurence “Van Helsing” Olivier que aunque se subió al carro por el dinero y a pesar de estar muy enfermo, es tan roba escenas o más que el grandioso Donald Pleasance como el “loquero” Doctor Sewar (atención que es al año siguiente de su Doctor Loomis en Halloween). En comparación con este trío, languidece el trabajo de Kate Nelligan y Trevor Eve, que interpretan a Lucy Seward y su prometido Jonathan Harker.
Independientemente de su ritmo excesivamente teatral, y aunque la Universal fue incapaz de superar su versión de 1931, lo cierto es que este acercamiento a Drácula perdura en el tiempo gracias a todo lo que hace de ella una versión tan elegante y sexy como siniestra.
Firma: Javier S. Donate.
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