El cartel, un año más, es obra del ilustrador Toni Benages
¿Qué mueve al conde Drácula, si no es el Amor? ¿Qué, sino el Amor, da fuerza a Geena Davis a permanecer junto a Jeff Goldblum en The Fly? ¿Puede el Amor poseernos, como a Isabelle Adjani en Possession? ¿Puede el Amor hacernos querer a una IA (más, si tiene la voz de Scarlett Johansson)? ¿Existe Amor tras el desamor de Eternal Sunshine of The Spotless Mind? ¿Podemos amar más allá de la Muerte, como en Starman —o no, como en Solaris—? ¿Es Amor lo que hay entre Joker y Harley Queen? ¿No es el Amor el motor que mueve las historias (y las ventas) de folletos juveniles como The Twilight Saga? ¿No es el Amor lo que impulsa al Fantasma de la Ópera a salir de la oscuridad?
El amor, pues, da la vida, pero también la muerte, como en Barbarella, donde un ingenio maléfico asesina a sus víctimas a base de orgasmos en una versión campo del binomio clásico Eros/Thanatos.
Y más allá de la muerte, en Dellamorte Dellamore quedó patente que el Amor y la llama sexual perduran en la ultratumba.
El Cryptshow reivindica con gozo la fuerza del Amor, desde su versión más carnal hasta la concepción platónica, el año que saldremos de la pandemia, después de una crisis que nos ha obligado a encerrarnos en (y con) nosotros mismos.
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