Título original: Historias para no dormir: La Broma
Año: 2021
Duración: 46 min.
País: España
Director: Rodrigo Cortés
Guion: Rodrigo Cortés
Música: Víctor Reyes.
Fotografía: Rafa García
Reparto: Eduard Fernández, Nathalie Poza, Raúl Arévalo
Triángulos amorosos y juegos mortales.
Estoy a favor de que los directores tengan personalidad, que huyan de lo gris y aporten a sus productos, pero me agota cuando la personalidad tapa la película.
Alberto es un empresario casado con Elena. Cuando Alberto descubre que su hombre de confianza, Javier, le está robando, decide ponerle en la calle pero Elena intercede por él: deben esperar el mejor momento. La muerte gira alrededor de Alberto, Javier y Elena.
Tampoco considero La Broma que Chicho Ibáñez Serrador estrenara en 1966, el mejor relato de Historias para no dormir, ya que resulta muy forzada y solo me interesaron el aire noir, la existencia de un personaje tan irritante y el giro final. Entiendo por qué Rodrigo Cortés decidió hacer una reinvención de la historia: un triángulo amoroso al estilo de Hitchcock y su mayor seguidor, Brian de Palma, a quien Cortés siempre homenajea.
La forma en que Alberto se presenta al espectador es ejemplar – con un plano secuencia - Cortés es bueno con la cámara y uno odia a este personaje en apenas dos minutos… pero no es tan certero al presentar los otros dos vértices del triángulo amoroso, ya que tanto la Marquesita como Javier se mueven por la historia con cierta desgana y tampoco sabemos mucho de ellos aparte de que a La Marquesita le gusta tener casas de muñecas.
La Broma es tomada por Rodrigo Cortés como una demostración de su talento, como ejemplo la secuencia de la barrera del tren y el coche que se acerca, pero se centra demasiado en lo visual y poco en lo narrativo: la historia termina por volverse gris, lenta, sobre todo porque no hay una cuenta atrás como en la original de 1966. Las piezas diseminadas no encajan y uno sospecha qué pasó por la cabeza de Rodrigo Cortés al escribir el guion: esto ocurre porque yo quiero, y lo otro también.
A nivel técnico, como siempre ocurre en las películas de Cortés, todo es excelente: música, fotografía, ambientación. Pero la asignatura pendiente del director continúa siendo la interpretación: tienes dos actores y una actriz muy solventes, pero Raúl Arévalo no está implicado, le falta garra a su personaje porque no existe, y ocurre lo mismo con Nathalie Poza. Claramente el rey de la función es Eduard Fernández, auténtico todo terreno, porque interpreta el único personaje de La Broma.
Como dije al principio, La Broma original tampoco era la mejor historia de Chicho Ibáñez Serrador, pero ese giro final valía todo lo anterior. Por el contrario, La Broma de Rodrigo Cortés no tiene gracia ya que, aparte de un par de momentos muy logrados, termina por hacerse larga.
Firma: Javier S. Donate.
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