Título original: Los Ojos Sin Rostro
Año: 1960
Duración: 90 min.
País: Francia
Director: Georges Franju
Guion: Claude Sautet, Pierre Boileau, Thomas Narcejac. Novela: Jean Redon
Música: Maurice Jarre
Fotografía: Eugen Schüfftan
Reparto: Pierre Brasseur, Alida Valli, Juliette Mayniel, Edith Scob, François Guérin, Alexandre Rignault, Béatrice Altariba, Claude Brasseur
Frío retrato de un mad doctor.
Estamos ante otra cinta de mad doctors. Que en esta ocasión la justificación de sus actos sea por amor, a su hija, tampoco creemos que le redima excesivamente. Es el dilema de siempre: ¿Los éxitos científicos van por delante de la vida humana? A veces algunos sacrificios benefician a mucha gente, pero a ver quién es el guapo que ofrece su body para cualquier experimento. Conmigo que no cuenten.
La cinta de la que hablo hoy se rodó en 1960, una época en la que no existía el dilema de rodar en blanco y negro o color. Digo esto ya que le sienta muy bien esa coloración bicolor, acentuando aquello que Alfred Hitchcock definió como suspense: Un hombre está sentado en un cómodo sillón con una bomba debajo a punto de estallar. Él lo ignora, pero el público lo sabe.
El doctor Génessier es un prestigioso cirujano que ha encontrado una contundente solución para arreglar el rostro de su hija destrozado a causa de un accidente. Se trata de raptar a chicas para obtener su piel y así reconstruir la belleza de Christiane, su hija.
La prestigiosa crítica de cine estadounidense Pauline Kael dijo de Los Ojos Sin Rostro: «quizás la película de terror más elegante que se haya hecho jamás», cosa con la que estoy totalmente de acuerdo. Las situaciones escabrosas, que las hay y muchas, están rodadas con mimo, enseñando solo lo justo y es que tampoco es necesario ensañarse con un excesivo morbo. La historia que explica ya de por sí hace que se nos pongan los pelos de punta.
Algo parecido, y mucho más cercano en el tiempo, lo tenemos en el film La Piel que Habito (Pedro Almodóvar, 2011) en una pequeña aproximación al género de terror del director manchego. Su toque cañí, marca de la casa, la aleja bastante de la producción francesa, pero es evidente su influencia.
Así a vuelapluma destacar las cuidadísimas escenas que componen el film y un lenguaje cinematográfico de gran nivel. Sin pertenecer a la nouvelle vague, podríamos decir que Georges Franju fue uno de sus padres, contiene elementos, como podría ser algo de frialdad, que le acercan muchísimo a esa corriente cinematográfica.
Destacar también la banda sonora a cargo de Maurice Jarre, un músico y compositor de casi dos centenares de películas tan distantes entre ellas como Ghost, Top Secret!, y Topaz. En esta la sobriedad de su trabajo no hace más que engrandecer el film.
Encabeza el reparto Pierre Brasseur en el papel de doctor Génessier que le va como anillo al dedo. Le sigue una enigmática Alida Valli (Suspiria) como entusiasta ayudante del monstruo. Edith Scob (Holy Motors) encarna a la desgraciada hija. En papeles algo más secundarios tenemos a Juliette Mayniel y a Alexandre Rignault.
Para acabar decir que estamos ante uno de los más desconocidos clásicos del cine de terror. Visto en la actualidad encierra valores que no pasarán desapercibidos a los amantes del género. De visión imprescindible para los que amen el cine, así en general.
Firma: Josep M. Luzán.
@Josep_Luzan
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