Título original: Braid
Año: 2019
Duración: 82 min.
País: Estados Unidos
Director: Mitzi Peirone
Guion: Mitzi Peirone
Fotografía: Todd Banhazl
Música: Michael Gatt
Reparto: Madeline Brewer, Imogen Waterhouse, Sarah Hay, Scott Cohen
Un refrescante tratado sobre la locura.
Si hay algo que me ponga en contra de una película es que sus primeros quince minutos me resulten irritantes debido a un exceso de esteticismo que, me temo, esconde la falta de guion.
Petula y Tilda tuvieron un momento de gloria pero, al no saber gestionarlo, han acabado como traficantes de drogas. Al escapar de la policía y dejar atrás su mercancía, contraen una importante deuda con el traficante; su única solución es ir a la casa de una amiga de la infancia, Daphne, y robar el contenido de su caja fuerte.
Braid es la ópera prima de Mitzi Peirone, una joven actriz italiana, y sus primeros veinte minutos nos hacen temer lo peor: estética muy cuidada, cambios de formato en la pantalla, jovencitas rebeldes y cool que resultan estomagantes, drogas, música… Pero ahí está la trampa de Braid ya que su interior esconde una historia que se desarrolla poco a poco, con secuencias que parecen no llevar a ninguna parte y movimientos de cámara entre hipnóticos y mareantes. Sé que algunos me mataran al leer esto pero, salvando las distancias, hay algo de Peter Strickland – la críptica mente tras The Duke Of Burgundy, In Traffic o Berberian Sound Studio – en ese universo cerrado que tiene lugar entre las paredes de la mansión decadente y los juegos perversos – cuyas reglas son estrictas – a los que Petula y Tilda se someten una vez llegan a la casa de Daphne, quien desde el principio se nota loca de atar. Hay preciosismo en Braid, tal vez demasiado, pero es innegable que la labor del director de fotografía Todd Banhazl es para dejar la boca abierta: el principio sucio, los interiores de la mansión o los delirios producidos por las drogas nos muestran una enorme e intensa paleta de colores.
El reparto es casi exclusivamente femenino y muy joven, Madeline Brewer, Imogen Waterhouse y Sarah Hay se notan sueltas en sus interpretaciones y, más que probable, haya mucho de improvisación en todos esos momentos donde el juego se desarrolla. Scott Cohen, la contrapartida masculina, cumple sin más pero también es debido a la inexistencia - justificada, eso si - de su personaje.
Braid es una cinta que sorprende, especialmente porque sus primeros quince minutos hacen prever un desastre narrativo debido a la búsqueda de lo cool y lo estético, pero cuando revela sus trucos internos, especialmente en la revelación final, descubrimos que oculta mucho más. Es de esas películas que exigen y atrapan si uno se deja llevar, que invitan tras su final a un buen rato de conversación para colocar todas las piezas del Puzzle.
Yo, por si acaso, me quedo con el nombre de Mitzi Peirone para ver si Braid es un espejismo o el inicio de una interesante carrera.
Firma: Javier S. Donate.
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