Título original: Fingers
Año: 2019
Duración: 87 min.
País: Estados Unidos
Director: Juan Ortiz
Guion: Juan Ortiz
Música: Ryan Windford
Fotografía: Christian Stella
Reparto: Sabina Feidman-Seitz, Jeremy Gardner, Michael St Michael, Stan Madray, Michael Richardson
El delirante universo de Juan Ortiz.
Florida, ese estado soleado, ¿Cuántas caras hemos visto de este lugar? Tenemos las imágenes de los manglares, sol, cocodrilos y hasta una serie de los ochenta donde unas señoras de avanzada edad iban a la caza y captura de galanes; alberga un parque de Disneyworld y, en sus rincones oscuros, viven los marginados que pudimos encontrar en la dramática The Florida Project. Con Fingers ya tenemos otra cara: la de esos floridenses (¿Existirá ese gentilicio?) que están locos como una cabra. Bienvenidos al mundo de Juan Ortiz.
Amanda acumula una serie de fobias que terminarán por llevarla a un manicomio, la última es obsesionarse con Walter, quien cada pocos días aparece con un dedo menos en las manos. La visita a un psicólogo será un punto de no retorno. ¿Los descubrimientos de Amanda sobre sus miedos significarán revelar la verdad sobre los dedos faltantes de Walter o, por el contrario, aún la enloquecerán más?
Tras ver películas como Fingers me gustaría instalar una cámara en la casa de sus directores para espiar su día a día, saber qué hacen en la cocina o el cuarto de baño porque, sinceramente, en su segunda película, Juan Ortiz crea un universo donde todo es posible; al igual que hizo David Lynch en Blue Velvet es una amputación, en este caso dedos en vez de oreja, lo que introduce al personaje en un mundo delirante repleto de personajes a cada cual más bizarro. El estilo narrativo de Ortiz es brusco, con unos cortes que parecen más propios de un cortometraje de principiante, pero que al mismo tiempo añaden un tono de “capítulos” ya que salta de un punto de vista a otro, ofreciendo piezas de un puzle, generando extrañeza.
¿Es terror lo que nos propone Ortiz? Realmente no, está más bien cercano al humor negro, pero esos psicópatas con máscaras raras – a ver si se pasa ya la moda porque terminará convirtiéndose en un subgénero – el tono surreal en las amputaciones de dedos, la frialdad de algunos personajes y, sobre todo, esa protagonista siempre al borde de un colapso nervioso, todo añade a crear una pátina de suciedad – extrañamente simpática – que la alejan de cualquier película amable. En este universo con reminiscencias de Lynch donde todo tipo de personajes tienen cabida, la fotografía de Christian Stella es realista, a veces fea, pero es adecuada para la historia, y destacar el tono delirante que añade la música de Ryan Windford.
Esta celebración de la locura no funcionaría sin unos buenos intérpretes y ahí es donde Fingers da en el clavo: la película no se sostendría sin ese gesto hierático de Sabina Feidman-Seitz y su capacidad de estallar en el momento menos adecuado; atención a la otra explosión de locura, Jeremy Gardner, como un psicópata al que se le acaba cogiendo cariño aunque solo sea por el baile inicial – de nuevo elementos de David Lynch – y ya aprovecho que hablo de Gardner para recomendar su ópera prima The Battery que, para mí, es una de las mejores cintas zombis de todos los tiempos. Completan el reparto Michael St Michael y Stan Madray, con papeles repletos de extrañeza y se echa en falta que Juan Ortiz no pudiera desarrollar más el papel de Michael Richardson, como un psicólogo enamorado del dinero que daría para otra película.
Fingers no es cine al uso, aviso, y tanto te puede enamorar como irritar, pero es innegable que estamos ante una cinta diferente y bizarra con un universo propio que, ojalá, Juan Ortiz siga explorando en otras películas.
Atrévete y dale una oportunidad.
Firma: Javier S. Donate.
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