Título original: Blood Fest
Año: 2018
Duración: 92 min.
País: Estados Unidos
Director: Owen Egerton
Guion: Owen Egerton
Música: Mark Sayfritz
Fotografía: David Blue Garcia
Reparto: Robbie Kay, Chris Doubek, Owen Egerton, Seychelle Gabriel, Zachary Levi
Una muy buena idea con mala resolución.
Desde que Scream llegó a las pantallas, allá por el año 1996, son muchas las cintas que abordan el metalenguaje para sus historias y, exceptuando la Cinta Madre de Wes Craven junto a Kevin Williamson y The Final Girls de Todd Strauss-Schulson por la que tengo debilidad personal, ninguna queda para el recuerdo más allá de su año de estreno. Tal vez sea lo complicado del concepto, intentar resumir las reglas de un género especifico, darles la vuelta y hacer que la historia sea interesante, comprensible y, sobre todo, tener personajes a los que el espectador pueda agarrarse.
Blood Fest, escrita y dirigida por Owen Egerton parte de una muy buena idea: ¿Y si existiera un parque temático del terror donde cada zona estaría dominada por un género en particular como los zombis, psicópatas, vampiros, etc…?
Dax, Krill, Sam y Ashley acuden al Blood Fest, creado por el productor y director de películas de terror Anthony Walsh. Lo que se promete una fiesta multitudinaria, llena de emociones, se convierte en algo muy peligroso cuando Anthony Walsh muestre sus verdaderas intenciones: rodar la mejor película de terror con todos los asistentes al festival como víctimas.
Leyendo la sinopsis, Blood Fest podría ser el equivalente en terror a Jurassic Park o WestWorld, cuando un parque de atracciones se convierte en amenaza; los “jugadores” deben manejar las reglas de los distintos subgéneros de terror para sobrevivir en las diversas áreas. De nuevo, esto nos lleva a Scream ya que pocas reglas se aplican: ser virgen, no subir las escaleras y el que se separe morirá por poner varios ejemplos. Egerton arranca con fuerza su historia, aparte del prólogo bastante previsible, en una avalancha de muertes y sangre más, lamentablemente, pronto cae en todos los tópicos, sobre todo lo relacionado con el director megalómano interpretado por el propio Owen Egerton. Al no hacer avanzar la historia más allá de uno o dos aciertos, todo se reduce a ver cuál es la siguiente área del parque mientras disminuye el número de protagonistas. El espectador avispado pronto descubrirá el giro final de guion.
Hay elementos interesantes, como lo que tiene que ver con los zombis y sus ataques, el protagonista de cintas de terror asqueado de un papel que acabó con su carrera o la mezcla de géneros al enfrentar habitantes de un área con otra… Pero la historia central se bifurca demasiado, al repartirse entre los jóvenes protagonistas y la sala central del alocado Anthony Walsh, y pronto la sorpresa inicial se transforma en ver dónde va la historia y descubrir los pocos guiños que el director hace a varios clásicos del género. Aunque hay algún efecto gore que funciona, el exceso de sangre digital y CGI acaba por hacer que las muertes no afecten al espectador y, con ello, se pierde la implicación de este.
El nivel técnico e interpretativo es, como suele ocurrir muchas de estas cintas, correcto sin más. Cumplen los jóvenes actores Robbie Kay y Seychelle Gabriel, Owen Egerton parece haber tomado como ejemplo interpretativo a Johnny Deep en Charlie And The Chocolate Factory ya que resulta histriónico en cada plano que aparece, mientras Chris Doubek no convence como actor venido a menos; Zachary Levi hace un cameo interpretándose a sí mismo y no podemos decir que sea el culmen de su carrera actoral.
Blood Fest es una hora y media que se pasa rápido a pesar de una historia que va de más a menos; si tienes curiosidad por ver lo que podría haber sido una buena cinta metalingüística, acércate sin miedo.
Firma: Javier S. Donate.
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