Anarchy Parlor review


Título original: Anarchy Parlor

Año: 2015

Duración: 98 min.

País: Estados Unidos

Director: Devon Downs, Kenny Gage

Guión: Devon Downs, Kenny Gage

Música: Adrianna Krikl

Fotografía: Edd Lukas

Reparto: Robert LaSardo, Claire Garvey, Jordan James Smith, Anthony Del Negro, Beth Humphreys, Joey Fisher, Ben Whalen, Tiffany DeMarco, Sara Fabel, Andrew Pagana, Nik Goldman, Gracie Finlan


Quiere ser Hostel y no puede.

Anarchy Parlor es una película que pretende mucho más de lo que consigue. Bebe directamente de la película del 2005 dirigida por Eli Roth (Hostel). Una sinopsis prácticamente calcada, una localización similar, un desarrollo de la trama casi parejos... Llega un punto en el que ya no es que coincida el género o se utilice una obra anterior como inspiración, y es que si no fuera por la mitología que gira en torno al mundo del tatuaje estaríamos hablando de un auténtico plagio.

Un grupo de amigos está de vacaciones por Lituania, todo es fiesta y alcohol hasta que dos de ellos desaparecen cuando se separan para ir a hacerse un tatuaje.

La película no es la cumbre de la originalidad, no por su semejanza con la de Eli Roth, sino más bien porque por si misma tampoco se esfuerza mucho. La primera escena de tortura puede ser curiosa y diferente, el problema es que todas las escenas a partir de ahí son iguales, utilizan la misma técnica de tortura en todas las ocasiones lo que al final la única diferencia es el tono del grito de la víctima. Y aquí hay otro problema, los gritos. Es evidente que tienen que haber en obras de esta temática pero en esta cargan mucho. Acabé, literalmente, con dolor de cabeza por tanto grito. No lo cronometré pero hay una escena en particular que entre unos personajes y otros no dejan de gritar en fácil, diez minutos. Eso es pasarse, es dolor de tímpano. Hay bastantes desnudos femeninos, lo que nunca juega en contra.

Dirigen y escriben los desconocidos Devon Downs y Kenny Gage, del segundo es su primera película como director, pero lleva bastantes trabajos como productor y unos pocos como guionista, en cambio, el primero no tiene ningún otro trabajo en el cine, ni como guionista ni en ninguna otra función. En lo que a dirección se refiere cumplen sin más. Tienen poco presupuesto y se van apañando. Más problemas tiene el guión, bastante soso y poco imaginativo, como he explicado antes. Vista una escena de tortura, vistas todas, y en un género tan específico eso es un error capital. Robert LaSardo (Death Race, León) interpreta al asesino-tatuador-comecocos, muy correcto, de lo mejor de la película, parece un papel hecho a su medida. Incluso se curra un pequeño acento báltico al hablar en inglés cuando el tío es de Brooklyn. Del grupo de amigos solo destacan un par, siendo el resto carne de cañón, incluso hay uno que directamente desaparece de la película siendo su paradero puro misterio.

Buena ambientación y localización, alguna correcta interpretación y una escena de tortura bastante creativa, eso es todo. Lo demás es o repetitivo, o soso o directamente aburrido. No sé lo que pagará el tatuador de alquiler por su local pero madre mía. Tiene hasta calabozos.

Firma: Oriol Hernández.