Alexander Granach
Friedrich Wilhem Murnau
Georg H. Schnell
Greta Schröder
Gustav von Wangenheim
John Gottowt
Josep M. Luzán
Max Schreck
Nosferatu
Reviews
Ruth Landshoff
Nosferatu retro review
Título original: Nosferatu (Nosferatu, eine Symphonie des Grauens)
Año: 1922
Duración: 91 min.
País: Alemania
Director: Friedrich Wilhem Murnau
Guión: Henrik Galeen
Fotografía: Fritz Arno Wagner
Reparto: Max Schreck, Alexander Granach, Gustav von Wangenheim, Greta Schröder, Georg H. Schnell, Ruth Landshoff, John Gottowt, Gustav Botz, Max Nemetz, Wolfgang Heinz, Albert Venohr
La sombra del mal asciende tenebrosa.
Desde este medio, TerrorWeekend.com, los criticones siempre hemos gozado de la más absoluta libertad para expresar nuestras opiniones que, muchas veces, trascienden el estricto análisis cinematográfico. Viene esto a cuento para que al leer esta nueva crítica de esta vieja película, no os extrañéis de su contenido. Es estrictamente personal, e intentaré explicar las sensaciones que me produjo su visionado. Tened en cuenta que se han hecho infinidad de estudios, unos más científicos que otros, sobre todos los aspectos de esta obra maestra del cine. Yo no pretendo tanto. Simplemente quiero que os lo paséis bien y, si no la habéis visto, provocar que lo hagáis.
Tras esta breve introducción pasaré a detallar ciertos aspectos de la misma que me han llamado la atención:
- Primeramente el concepto de vampirismo. La misma cinta se encarga de explicarnos esto simplemente con unas magníficas imágenes de insectos que, podríamos decirlo así, lo practican. Sencillamente genial. Bastan dos secuencias para que esa idea vampírica se haga mucho más amplia a la que normalmente asociamos.
- En segundo lugar la sutilidad de ciertos pasajes. El erotismo está presente en toda la cinta. No de una manera directa, estamos en 1922, si no a través de escenas que, como mínimo, pueden hacernos sospechar de esas intenciones. Solo mencionaré una. Un mascarón de proa, que simplemente es un palo, con una ligera inclinación hacia el cielo que se mueve al vaivén de las olas, el siguiente fotograma es el del oleaje batiendo en la playa. ¿Subliminal, no?
- A continuación comentaré el uso del negativo en algunas escenas. Cuando es de noche parece de día y viceversa. Esto provoca cierta confusión, pero parece dar a entender el paso de un estado a otro dentro de un mundo onírico, lo que hace que la puesta en escena llegue a ser realmente terrorífica.
- Otro aspecto a destacar es la utilización de la aceleración de las imágenes según convenga. En mi opinión da a entender la absurdidad del tiempo en ciertos momentos de nuestra vida, aunque a primera vista parezca hecha como un alarde técnico.
- Una cuestión interesante es que otras estrellas que interpretaron al Conde Drácula eran tipos bien parecidos, apuestos, con unas capas imponentes. Me vienen a la memoria ahora actores de la talla de Béla Lugosi, Christopher Lee y David Niven, todos ellos seductores y atractivos, más o menos. Pero, ¿qué decir de Max Schreck?, seguramente no encajaría en un guateque con ellos. Su caracterización está a la altura de los más importantes iconos del terror de todos los tiempos. Sus ojos saltones, sus dientes afilados y sus garras humanas, se quedaran grabadas en nuestra mente durante mucho tiempo. A ello ayuda, sin duda también, su figura delgada y desgarbada. Se dice que todo esto fue hecho a propósito para que Murnau no fuera acusado de plagio. Incluso se cambió hasta el nombre de nuestro queridísimo Conde Drácula, aquí es Conde Orlok. No lo consiguió, pues la viuda de Bram Stoker le interpuso una demanda, la cual ganó y la sentencia obligaba al director alemán a pagar derechos de autor. La Sra. Stoker también obtuvo una orden judicial para la destrucción total de todas las copias y los negativos. Tuvimos la suerte que algunas se salvaron al estar fuera de Europa. Yo, de la viuda, le hubiera dado un beso en los morros a Murnau. Eran otros tiempos...
- Por último destacar cierta similitud con el teatro de Ibsen. En cierta etapa de su vida, ese autor noruego hablaba de una sociedad que se niega a oír la verdad y se aferra a la mentira. Era así en aquella época por el calvinismo imperante y la rigidez de las normas. Desengañémonos, no hemos mejorado mucho, ni en este aspecto ni en muchos otros.
Jonathon vive con su mujer Nina. El marido es enviado a Transilvania para cerrar un trato inmobiliario con un oscuro personaje llamado Conde Orlok. La venta es de una finca situada delante de la vivienda del matrimonio. Tras conocer al conde, Jonathon nota unas marcas en su cuello, a partir de allí empieza a temer tanto por su vida como por la de su esposa. Ésta sacrifica su existencia para salvar al mundo de ese monstruo, el cual, y aunque parezca extraño, también sacrifica su vida, pero en este caso es por amor.
Brillante, trepidante y aterradora cinta del mejor cine de terror. Un icono. ¿Quién no recuerda la sombra de Orlok subiendo por las escaleras? Por cierto, Nosferatu es una palabra de difícil definición pero que, en definitiva, en cualquiera de sus acepciones es terrible. La que más me gusta es la de “portador de enfermedad”, encaja bastante bien con la película. Pocos aspectos técnicos me quedan por mencionar. Las actuaciones son brillantes, con un maravilloso Max Schreck al frente. En lo único que encuentro cierta aproximación al denominado expresionismo alemán es en su teatralidad. Gustav von Wangenheim es un buen ejemplo de ello en su interpretación del dual Jonathon Harker, en cuanto a la parte femenina, destacar a una inquietante Greta Schröder en el papel de Nina. Por último mencionar la clara intención de distanciamiento respecto a otras obras del mismo tipo. En esta cinta la sensación de amplitud es constante y el uso de exteriores también.
Creo que ya lo dicho todo. Este tipo de filmes son imprescindibles para entender todo lo que vino después. Por eso, todo cuanto se haga para que las nuevas generaciones lo conozcan es sumamente positivo. Es como viajar en el tiempo hacia los origines. ¿A quién no le haría ilusión conocer a su tatarabuelo? En este caso todavía está en muy buena forma.
Firma: Josep M. Luzán.
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